Edhasa, 2009
I.
Es difícil sustraerse a la idea
de encarar una obra, tan voluminosa como señera, en tiempos donde el diario
trajín hace poco menos que imposible mantener la concentración que requiere su
lectura. Sin embargo, de la mano de una avezada conocedora de las letras
universales, un centenar de ávidos lectores nos hemos dado cita a lo largo de
dos meses para descubrir sus alternancias, empatizar o no con sus personajes y,
en todo caso, reconocer la sabia mirada del autor sobre una época que acabó. En
ese sentido, los lectores asistimos a un preludio del fin.
II.
Hans Castorp, ingeniero naval y a la sazón en
la veintena, visita a su primo Joachim –un militar sin graduación-, quien se
encuentra en una institución sanitaria ubicada en lo alto de una montaña en
Suiza realizando la cura de una tuberculosis incipiente. En el verano europeo
de 1907, ha decidido pasar tres semanas antes de volver a Hamburgo para ocupar
una pasantía en una empresa naviera. Huérfano de padre y madre, ha sido criado bajo
el ojo avizor de su abuelo y con la benevolencia de su tío, consejero de
Estado. Por ello, los recursos familiares facilitan su estadía. Su permanencia
en ese centro, al final, será de siete años, hasta el estallido de la guerra.
III.
En esta novela de desarrollo, Hans tendrá que dejar atrás una vida pródiga
en indolencia y molicie, para alcanzar la adultez y asumir su rol a la hora del
regreso. Para eso, contará con el humanista Lodovico Settembrini, su opositor nihilista,
Naphta, un judío cristiano, y el opulento holandés Mynheer Peeperkorn. Hasta
conocerá el amor en la figura de Madame Chauchat, una rusa de ojos tártaros.
IV.
La obra es poliédrica. Por un lado, narra la
historia de un joven inexperto que debe crecer, y lo hace junto a un puñado variopinto
de enfermos. Por otro, está el debate sobre el transcurso del tiempo para
quienes no tienen más pautas horarias que las ingestas diarias y han perdido
contacto con el resto de la sociedad, aislados en la altura. Además, hay una interesante
esgrima entre la vida civil y el deber militar; los aportes que sus sucesivos
mentores le allegarán sobre el positivismo y el papel de la técnica, la
escolástica y el oscurantismo medieval y la voluptuosidad de lo sensual, todo
ello en un entorno dominado por la muerte.
V.
Con una prosa precisa, de estilo coloquial y amena, Mann construye una épica singular sobre el fin de una época, incluyendo el espiritismo y los avances contemporáneos: la fotografía, los rayos X, la relatividad y el psicoanálisis. Una obra magistral, recomendada para todo buen lector dotado de paciencia y tiempo suficiente. El esfuerzo que requiere es pagado con creces.
Me estrené con Thomas Mann el año pasado con Los Bunddenbrook. Tenía pensado encarar este año La montaña mágica, pero lo voy a dejar para el próximo. Las lecturas tan extensas tengo que dosificarlas y este año creo que ya he cerrado el cupo.
ResponderEliminarEspero disfrutarla tanto como tú y que mi esfuerzo también se vea recompensado.
Un abrazo
Recuerdo haber leído tu reseña, Lorena, sobre Los Buddenbrook y preguntarme si habría tenido el coraje de encararla. Las vueltas que tienen nuestras lecturas nos llevan, a veces, a enfrentar semejantes desafíos, aun cuando no han sido buscados como en este caso.
EliminarEs una novela que condensa bien toda una época que se derrumba, focalizada en una generación que va, junto con ella, hacia la muerte.
Cuando encuentres la ocasión, aprovéchala. Vale la pena.
Un abrazo para ti.
Hola, Marcelo.
ResponderEliminarUf, La montaña mágica me lleva haciendo ojitos un tiempo desde la estantería. Junto a ella están Los Bunddenbrook, y diría que con el autor empezaré primero por este último. Ambos títulos me dan cierto respeto, pero La montaña mágica más. Como dices, ya voy a sabiendas de que se tiene que tener paciencia y tiempo y motivación para lanzarse a lecturas de este tipo, pero que sin duda luego suelen dejar una huella imborrable. Le llegará su momento, seguro. Gracias por hablarnos sobre tu experiencia. Un saludito.
Hola, María! Placer de tenerte por aquí.
EliminarCuando subía estas pobres líneas pensaba que quizás la hubieras leído, porque se de tu placer en leer clásicos de la literatura universal, como sueles mostrarnos. Me sorprende que aun no te hayas estrenado con estas obras voluminosas (aunque sospecho que sí has leído 'Muerte en Venecia', obra que disparó la escritura de ésta, según lo ha dicho el propio autor).
La novela requiere la concentración del lector, lo que implica no solo tiempo sino un entorno adecuado, sin prisas. Seguro que la has de disfrutar tanto como yo, y que nos habrás de participar de tus apreciaciones en su momento.
Un abrazo para ti.
Soy yo otra vez. Lo he intentado, más de una vez pero siempre me quedo en el camino. Me llama la atención por el contexto, todos los temas que aborda, el lugar, ese microcosmos del balneario y porque es un clásico de esos que siempre te recomiendan. Volveré a intentarlo cuando me recupere de Guerra y paz que me consumió dosis extra de paciencia y esfuerzo.
ResponderEliminarBesitos comprometidos
Es un libro para leer sin prisas. Hay algunas partes que se detiene en contrapuntos filosóficos que lo vuelven un poco tedioso pero, salvo eso, el resto resulta muy llevadero.
EliminarPara cuando tengas ganas, y tiempo, claro.
Besitos alentadores.