El Aleph, 2010
I.
Tras las sensaciones encontradas
que deparó la lectura de una obra posterior hace muy poco tiempo, resolví visitar
nuevamente las letras de la autora con la que fuera su novela más reconocida,
Premio Pulitzer de Ficción en 2009, para lograr una mayor perspectiva. No suelo
repetir con un autor durante un mismo año, pero la situación ameritaba disipar
cualquier duda.
II.
En rigor de verdad, esta novela es un contario: una serie de relatos que bien
podrían leerse independientemente unos de otros, pero que hallan unidad
narrativa –y evolución de los personajes y de sus historias- a medida que
transcurren los mismos. El nervio conductor de la trama es una maestra de
matemáticas retirada que responde al nombre de marras, casada con Henry, un amable
farmacéutico con quien tiene un hijo, Christopher, quien ya en la treintena ha
decidido ser podólogo. Todos ellos habitan el pueblo de Crosby, en el estado de
Maine.
III.
Además de la semblanza y desarrollo
de los caracteres psicológicos de cada miembro protagonista, se le van sumando
un puñado de personajes secundarios con los cuales se van tejiendo cada una de
las historias que dan vida, con sus luces y sombras, a distintas situaciones.
Entre ellas se encuentran el descubrimiento de una infidelidad, un regreso de
alguien inesperado –con fines inquietantes-, un reencuentro entre pianistas que
han sido amantes, los avatares de una enferma de anorexia, una noche de rehenes
en el hospital, etc.
IV.
Párrafo aparte merecen Olive y su núcleo familiar.
A un marido afable y bonachón pero incapaz de tomar el lugar que le corresponde,
le acompaña una mujer por momentos insufrible, llena de comentarios mordaces -y,
a veces, despectivos-, incapaz de disculparse aunque dotada de gran
sensibilidad y perspicacia, y un hijo que ha crecido con temor ante la imagen dominante
de su madre. Para colmo, se ha de casar con una joven que lo alejará del
pueblo.
V.
Con todos estos condimentos están dadas las condiciones para ir ensamblando los relatos junto a las alternancias de los Kitteridge, de manera tal que el conjunto va ganando en solidez con el correr de las páginas, a la vez que se describe perfectamente cómo se constituye el pueblo y su gente. De estilo coloquial y ameno, el libro va de menor a mayor. Quizá esa mujerona hosca y recelosa no sea nada agradable al comienzo, pero lentamente va conquistando al público lector, aun con sus notorias dificultades para expresar sus sentimientos. En suma, una magnífica obra –que recuerda a la entrañable Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson- que aleja toda suspicacia lectora. Para tomar en cuenta.
Me encantó Olive Kitteridge y también el libro en el que se cuentan sus andanzas unos cuantos años después, Luz de febrero. He leído todos sus libros excepto el último y todos me han gustado mucho. La mayoría son contarios como tú los llamas.
ResponderEliminarWinesburg, Ohio está en mis pendientes hace tiempo. Espero leerlo en breve.
Un beso.
Tengo esperando aun el que citas. Éste me ha convencido más que 'Me llamo Lucy Barton'. Es tiempo que le hagas lugar al libro de Sherwood Anderson; te encantará.
EliminarUn beso para ti, Rosa.
Según te iba leyendo iba pensando precisamente en Winesburg, Ohio, un libro que me agradó sobremanera y que creo que es injustamente bastante desconocido. Creo que Olive Kitteridge puede ser una buena opción para reencontrarme con Elizabeth Strout y despejar mis dudas sobre ella, como has hecho tú.
ResponderEliminarUn abrazo
El libro de Anderson fue reconocido por sus contemporáneos, como Faulkner y otros.
EliminarComo le escribí a Rosa, me ha convencido más este libro que el de Lucy Barton. Veremos cómo me resulta 'Luz de febrero' puesto que no creo en las sagas.
Como hemos hecho el mismo camino, sospecho que éste te agradará.
Un abrazo para ti, Lorena.
Hola. Lo abandoné. Empecé con muchas ganas porque me gusta el entorno y este tipo de relatos de vidas sencillas. Pero no me interesó lo suficiente lo que me contaba. No sé si lo volveré a intentar, casi seguro que no.
ResponderEliminarBesitos dubitativos
Vaya sorpresa! Confieso que me gustó mucho el final del primer relato y que luego decayó un poco mi interés hasta poco antes de la mitad, en que volvió a surgir y creció hasta el final. En mi humilde opinión, está más logrado que Lucy Barton.
EliminarBesitos condescendientes.