I.
Nos fue propuesto por una amiga
lectora para compartirlo en medio de otra obra más extensa. En lo personal, sólo
había visitado las letras de la autora en uno de sus títulos primeros y
reconocidos. La brevedad de su extensión seducía y obraba a favor. Comencé –y concluí-
leyendo la versión digital. Me agradó tanto, que terminé por ir a buscar la flamante
reeedición en papel y volví a leerla. No tiene desperdicio.
II.
En la Irlanda rural de principios de los años ’80
de siglo pasado, una niña que bordea los diez años es trasladada por su padre a
la casa de un pariente, debido a que su madre habrá de dar a luz su último
vástago y el padre no parece querer hacerse cargo del resto de la prole. Tal es
así, que una vez que deja a la niña en manos de la familia Kinsella se le
olvida bajar la maleta con su ropa. La protagonista narra en primera persona
las vicisitudes que conlleva la adaptación a un entorno ajeno y desconocido
que, por otra parte, sin dejar de ser austero y rústico, posee una modernidad
de la que carece su familia.
III.
Con el transcurso de los días, la
pequeña no sólo va experimentando el entorno del mundo adulto sino que
encuentra en sus anfitriones una contención y una cercanía hacia ella
totalmente contrapuesta al estado de negligente descuido e indefensión que le
ofrecen sus padres –que apenas pueden garantizar un mínimo de alimentación a
sus hijos-. Son los gestos amorosos de ambos miembros de esa pareja los que
descubre, sin que por eso dejen de educarla en las tareas más rudimentarias
dentro del núcleo familiar y aquellas que atañen a su cuidado personal.
IV.
Apocada y retraída, sin caprichos ni actos
rebeldes, la protagonista aprende la diferencia entre el secreto, la vergüenza
y el valor del silencio, mientras toma conciencia que existe otra vida muy
diferente a la que llevaba junto a sus hermanos. A su vez, los Kinsella guardan
una historia dolorosa -que le será revelada por una vecina- y encuentran en
esta nena una oportunidad de restañar esa herida. Así, esa trinidad que conforman dará paso a una epifanía, una redención.
V.
En un estilo fluido y directo, sin golpes bajos ni denuncia social alguna, Keegan desgrana –en menos de ochenta páginas netas- una historia simple que rezuma ternura, sin dejar de exhibir la fragilidad emocional de la narradora –sometida a las decisiones de los adultos, que a veces no comprende, pero tampoco cuestiona- y que los roles paterno - filiales no siempre se circunscriben a los lazos sanguíneos. Hay film basado en esta nouvelle: The quiet girl, nominada al Oscar a mejor película extranjera. En suma, una pequeña maravilla que conmueve a los lectores. Para no dejar pasar.
Ya cuando nos contabas de qué iba me estaba yo acordando de haber oído hablar de ella en la sección de cine de un programa de radio que suelo escuchar.
ResponderEliminarMe gusta que no haya denuncia ni adoctrinamientos, solo una historia, ni más ni menos. Qué maravilla. Me la llevo.
Besos felices
Hola, Maja.
EliminarAdemás, es muy breve; lo que demuestra a las claras que no se necesitan cientos de páginas para escribir una buena obra.
Seguro que te ha de gustar. Dicen que la versión adaptada a la pantalla grande está muy bien.
Besitos insistentes.