Tusquets, 2020
I.
Alguna lectora propuso el título
para compartir en grupo, merced a su buena experiencia con un trabajo anterior
de la autora: Las primas. En verdad,
éste vendría a ser una continuación de aquél, pues Venturini no quiso dejar
inconclusa la historia de su protagonista y narradora, ahora que se ha
convertido en una pintora famosa.
II.
Con ochenta años, Yuna Riglos vive sola, de
manera casi ermitaña, aunque con recursos suficientes para llevar una vida
holgada. Solo se dedica a pintar en el taller que posee en el fondo de su casa;
sobre todo tras experimentar una emoción profunda o un arrebato de inspiración.
Al principio, nos cuenta que ha viajado al exterior y ha conocido mundo;
asimismo, con la edad, ha abandonado su diccionario -que le ha procurado
beneficios a la hora de hacer frente a su dislalia- y que ha renunciado a
sostener la puntuación como se debe –aclaración necesaria para que el lector
ejercite su paciencia-.
III.
Mientras sobrelleva su vida de la
mejor manera, aparecen en su entorno una serie de ‘amigas’ cuyas soledades pueden asociarse a la propia. Está la joven
Antonella, una chica de la villa cercana que escapa de su casa para asistirla
con la limpieza y se queda con Yuna hasta que se embaraza; luego está su colega
de Bellas Artes, Matilde du Pin, quien en su imposibilidad de vivir sola se
casa con un hombre que no solo la maltrata, sino que además vive de ella. Finalmente,
están Flavia y Fulvia, dos jóvenes lesbianas que son pareja entre sí y deciden
casarse.
IV.
Esta galería de personajes femeninos conforma
distintos aspectos de quienes intentan enfrentar –con mayor o menor fortuna- la
soledad, el amor o el deseo. Por otra parte, son mujeres que visitan a Yuna y abusan
de su generosidad, al brindarles comida, techo y un poco de afecto y desahogo,
aun cuando ella manifiesta su carácter hosco y caprichoso, con expresiones
frontales y cierta cuota de egoísmo. Hacia el fin, las historias concluyen con un
sinceramiento que desencadena sendos naufragios.
V.
Estructurado en capítulos que se reúnen en tres partes, con escenas que abarcan tanto la emoción genuina como el grotesco, y una pizca no menor de humor socarrón, Venturini nos allega una narración que poco tiene que ver con la amistad y sí con las bajezas humanas y las realidades cotidianas de una sociedad marginal. De estilo coloquial y ameno, resulta entretenido y llevadero.
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