I.
Nadie duda en afirmar que este
libro consolidó el ya reconocido arte de la autora, al ser galardonado con el
IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, en 2015. Habiendo
visitado con antelación sus letras, éste debió esperar su tiempo para que
superara mis recelos tras la pirotecnia ensalzadora inicial, además de mi poca
inclinación a leer relatos. La espera tuvo su fruto.
II.
El volumen está compuesto de siete cuentos de
variada extensión y tienen como nervio conductor la convivencia de lo extraño
con lo cotidiano. Así, no hay nada llamativo en que una mujer junto a su hija
visite mansiones, salvo que invada el parque con el auto y pida asistencia,
para poder sustraer elementos de su interior. Tampoco es raro que nietos con
padres separados visiten a sus abuelos durante unas vacaciones, a no ser que
éstos tengan la costumbre de andar desnudos y se escondan con aquellos, para desesperación
de su madre.
III.
Una nuera que se pierde o
desvaría mientras sale a buscarle aspirinas a su suegra; un hombre que recoge
la ropa que pertenecía a su hijo muerto, arrojada por su esposa –o por él
mismo-, al jardín de su vecina; una mujer que, impedida de decirle a su marido
algo importante, sale en bata hacia la calle, tras tomar un baño, son algunas
de las escenas donde se tensa lo aceptable, se evidencia lo ridículo –y a veces
violento- de nuestros prejuicios y se pone en tela de juicio lo que entendemos
por cordura. En cada relato, se
asiste a una suerte de camino de cornisa
donde todo puede ocurrir.
IV.
Mención especial merecen dos textos. Uno de
ellos, incluido en el libro pero que no componía la selección inicial, en la
que una nena de pocos años sale de un centro asistencial -donde el hermano
menor se debate debido a una ingesta tóxica- junto a un adulto desconocido que la lleva a
reponer la bombacha que perdió. El otro, la famosa Respiración cavernaria, en la que una anciana enferma empieza a
deshacerse de sus cosas porque sospecha que la muerte le ha de sobrevenir en
breve. Ambos, demuestran el inefable talento de la autora. No tienen
desperdicio.
V.
Con una prosa fluida y directa, personajes que muchas veces desconocen hacia dónde van o cómo han llegado a esa situación, siempre dentro de densas atmósferas inquietantes, Schweblin nos prodiga un breve pero sustancioso ejemplar donde lo extraño es el protagonista. Una colección para disfrutar a pleno de sus letras.
¡Hola!
ResponderEliminarLo escuché hace poco en audiolibro pero siento que me he perdido matices. Leerte comentarlo me ha dado ganas de echarle un vistazo a una edición en físico. ¡Me alegro de que te haya gustado!
Nos vemos entre páginas
La vida de mi silencio
Muchas gracias por tus líneas. Soy de aquellos que el audiolibro lo dejan para situaciones extremas; justamente por lo que señalas. Una edición física o digital siempre ha de ser mejor. Saludos!
EliminarMe convenció completamente Samanta Schweblin con estos cuentos. En todos ellos la autora presenta algún comportamiento que podríamos considerar anómalo y visto desde afuera incluso peligroso, pero al internarnos en cada historia lo que provocan es cierta tristeza e incluso en algunos casos compasión. Ciertamente quedan en evidencia lo injusto e injustificado de nuestros perjuicios.
ResponderEliminarEn cuanto a La respiración cavernaria, es majestuosamente atroz. Y ha sido toda una suerte para los lectores que se hay incluido en el volumen Un hombre sin suerte y hayamos por tanto podido disfrutar también de ese relato.
Un abrazo
Coincido plenamente con lo que señalas, Lorena. No he leído al completo la obra de Samanta -aun-, pero de lo que he leído este libro ha sido lo mejor.
EliminarEn cuestión de gustos, me gusta más la narradora breve que la novelista.
Un abrazo para ti.