domingo, 12 de noviembre de 2023

Camino del suplicio. Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro

 

Anagrama, 2006

I.

               Me fue propuesto para compartir una lectura conjunta. Lo tenía esperando desde aquel momento en que escaseaba en las librerías y me pareció una buena oportunidad para encararlo; sobre todo, porque hacía mucho tiempo que no leía obra alguna del autor. Una vieja contertulia me advirtió sobre su contenido lacrimal: preferí desestimar todo prejuicio y hacer experiencia personal, ahora que tenía material para el debate.

II.

                Kathy K. es la narradora de esta distopía, que se desarrolla a lo largo de varios años; literalmente, desde que era una cría huérfana hasta la edad adulta, en la treintena. Ambientada en los años ’90, nos hace saber las particularidades de su educación en el centro Hailsham donde, en lugar de profesores o maestros tiene guardianes. En ese idílico lugar se les permiten ciertas libertades –incluidas las que abordan el sexo-, pero las perspectivas a futuro se limitan con verdades a medias: todos los internos son sexualmente estériles y, al egresar del centro, terminarán por convertirse en cuidadores, algunos, y en donantes seguramente después.

III.

               Al principio, cuesta entrar en materia, hasta que se les notifica a esos púberes que no se hagan ilusiones; no podrán ser actores de TV, ni alcanzar papeles de resonancia social: sus vidas se habrán de agotar –o completar- tras la sucesiva donación de órganos, para lo cual fueron concebidos. Así, ese triángulo amoroso que conforman Kathy, Ruth y Tommy, cambiante durante el relato, se verá desbaratado por la cruda realidad de los hechos, a medida que cumplan con su función, es decir, vayan camino del suplicio.

IV.

                Es sorprendente la actualidad que cobra el texto, cuando la necesidad del trasplante de órganos se ha convertido en una acuciante realidad, amparada legalmente, incluso, por las leyes que rigen cada nación. Ante ello, Ishiguro plantea la emergencia de una sociedad en la que ciertas entidades –apañadas o prohijadas desde el Estado- generan inocentes donantes destinados a esas lides, en base a la posibilidad de clonación de seres humanos. Por un lado, resulta aterradora la vigencia de la propuesta; por otro, la anuencia silente de una sociedad capaz de beneficiarse con ello le habrá de dar la espalda a las denuncias, hasta tanto no alcancen difusión masiva.

V.

               Con estilo directo y coloquial, sin escenas morbosas ni golpes bajos, Ishiguro ofrece un texto fluido y llevadero. Quizás su punto débil sea la ausencia de rebelión entre quienes habrán de padecer las implicancias, lo que no menoscaba su valor literario. Existe un film de 2010 basado en esta novela, dirigido por Mark Romanek y con la participación de Keira Knightly y Charlotte Rampling. En suma, una obra dolorosa que convoca a la reflexión social. Una mirada original e interesante.

4 comentarios:

  1. Querido Marcelo.
    Coincido con tu opinión punto por punto. Es una historia en el fondo triste sobre todo por esa resignación que comentas. Ishiguro hace lo raro agradable en la lectura. Hace poco leí Klara y el Sol, también igual de conmovedora y certera en su tirón de orejas a la sociedad actual.
    La peli me gustó mucho también.
    Besines emotivos

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    1. Majísima, no tuve el coraje de ver la peli, aunque sí vi el tráiler. Por lo demás, una historia bien narrada aunque con un final algo desesperanzador. Máxime, si uno se pone a pensar que lo que se narra está a la vuelta de la esquina...
      Besitos apesadumbrados.

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  2. Tu publicación es una obra maestra: brillante, reveladora y completamente atractiva. ¡Gracias por compartir tu valiosa perspectiva con nosotros!

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