Norma, 1998
I.
Escapa a mi recuerdo por qué me
hice de este ejemplar hacia fines del 2011. Sospecho que mi compañera, con quien
iniciáramos este espacio poco antes de esa fecha, debió haber tenido que ver
con ello. Era el tiempo en el que sugerencias amigas nutrían mis lecturas, más
que mis consultas a la Red, como asimismo hurgaba de manera ávida en las bateas
de libros usados, casi todos los fines de semana en el parque donde lo hallé.
Sí en cambio se por qué lo encaré el pasado diciembre: me pesaba haberlo hecho
esperar tanto tiempo (igual que a estas líneas).
II.
En una ficticia posada costera llamada Almayer
–¿un guiño a Conrad?-, sus huéspedes resultan, cuanto menos, algo extraños. Un
pintor, que se guía por los ojos de sus retratados, intenta pintar el mar, pero
al carecer de ellos, sólo le salen lienzos en blanco. Un científico obsesionado
por los límites de las cosas, no se los encuentra al mar. Un prelado acompaña a
una jovenzuela a punto de fallecer para intentar su cura. Una mujer infiel
pretende resarcirse de su adulterio. Un hombre silente acecha, en la espera de
la ocasión para una venganza. Todos acompañados por niños de aparición fantasmal.
III.
Esta galería de personajes, cuyos
orígenes son tan diversos y desconocidos como los motivos que los reúnen en ese
paraje, parecen estar destinados a entretejer sus historias de manera que, a
medida que se desenvuelve cada una de ellas, no hacen más que darle cuerpo a
una telaraña que habrá de juntarlos hacia el fin de la novela. Dividida en tres
partes, en la primera se presenta el lugar, los protagonistas y sus penas a
cuestas. En la segunda, se narra la historia de un horroroso naufragio en
altamar que, a su vez, es el responsable del desenlace, y en la tercera se
devela qué ha ocurrido a cada uno, en incisos separados.
IV.
Destaco sobremanera la prosa poética del
autor, que alcanza por momentos un lirismo sin par, en esta suerte de fábula
donde el pródigo océano es el elemento influyente para hallar una cura, olvidar
un amor, satisfacer un desquite o simplemente despejar dudas existenciales.
Además, cuenta con cierta presencia de realismo
mágico –v.g., un personaje le habla al
interior de la cabeza de otro; un niño regala
sueños, etc.-.
V.
De estilo ameno, coloquial, con
reflexiones filosóficas y cierta dosis de aventuras, Baricco nos regala una
propuesta que bucea en la naturaleza humana y sus inquietudes acerca del
futuro, el sentido de la vida y también el de la propia muerte. Su estructura
me recordó al film de Quentin Tarantino Pulp
Fiction, donde las historias por separado se aúnan hacia el fin. Un libro relativamente
breve que se disfruta mucho.
Yo también disfruté mucho de esta lectura y he disfrutado mucho ahora recordándola con tu reseña. Bien cierto es que la prosa de Baricco es una maravilla.
ResponderEliminarUn abrazo
He visitado tus líneas y me ha sorprendido que, si bien las recordaba, no te he hecho algún comentario en aquel momento. Debe haber sido que las letras de Baricco, aun con toda esa prosa poética de que hace gala y ya es su estilo, no terminan de enamorarme, por más que disfrute de su lectura.
EliminarUn abrazo para ti.