viernes, 1 de marzo de 2024

Tragedias de Shakespeare. 1. Macbeth, William Shakespeare

 

RBA, 1994

I.

               Hasta el momento, nunca se me había ocurrido leer teatro y mucho menos abordar alguna obra del Bardo inglés. En lo general, considero que ya hay demasiado escrito, desde conspicuas reseñas hasta sesudos análisis de su obra y no me creo en situación de aportar nada nuevo; en lo personal, el teatro me gusta actuarlo, no leerlo –salvo que sea necesario para lo anterior-; tal es mi naturaleza de docente irredento.

II.

                Mas se combinaron gratamente una serie de solidaridades misteriosas para que así fuera. Una amiga docente decidió invitarnos a un taller que desarrollaría sobre esta tragedia, puesto que era su intención concluir aquél con la asistencia a una exitosa obra teatral unipersonal –aun en cartel-, donde el actor interpreta todos los personajes. Como yo guardaba en mi haber el título de marras, me pareció buena ocasión para darle curso. Lo que sigue, sólo intenta ser el resumen de algunas preguntas y reflexiones tras su lectura.

III.

               Indudablemente, el texto obliga a meditar sobre el tema del poder, que no se reduce a los medios para su conquista y su consecuente ejercicio, sino también a la ambición de poder que, casi siempre, es más notoria en aquellos que saben que no se podrán alzar con él, pero impulsan a quienes sí tienen chances de lograrlo. En ese aspecto, esa decidida voluntad de apropiárselo y ejercerlo en plenitud es la responsable del aislamiento último al que conduce a su portador, cuando éste, ya enfermo de poder, se vuelve un déspota absoluto.

IV.

                No es menor la carga moral que la obra incluye, interpelando al lector/ espectador si es lícito acceder al poder valiéndose de medios abominables, aun cuando los fines pudieran ser loables –lo que no es el caso aquí-. ¿El fin justifica los medios?, ¿cuándo y cómo se inicia la corrupción moral?, ¿con qué elementos éticos le podemos hacer frente, cuando la pulsión del instinto nos pone al borde del abismo?, son algunas cuestiones que dispara el accionar de la pareja protagonista.

V.

               Finalmente, tampoco hay que eludir la interpretación de los signos. Es cierto que los oráculos generalmente no son demasiado precisos a la hora de agorar el futuro, pero lo que colegimos de sus asertos está más en consonancia con nosotros que con su verdadero significado, pues la naturaleza humana es propensa a interpretarlos como más conviene a nuestros deseos y, la más de las veces, genera conflictos que pueden derivar en dramas como el presente.

               En suma, una obra que no deja de plantear temas universales atemporales, que atraviesan todas las épocas y sociedades. La combinación de lectura y teatro se ha disfrutado mucho.

4 comentarios:

  1. Apenas he leído teatro. Tampoco he leído a Shakespeare, aunque suelen sus obras ser referencias que tan a menudo me encuentro en libros que leo que más de una vez he pensado en hacerlo. Sinceramente, no está en mis planes hacerlo a corto o medio plazo, pero sí que espero cumplir tal propósito algún día.
    Veo que son varias y profundas las reflexiones que te ha deparado esta lectura y, como no podía ser de una manera, universales y atemporales.
    Un abrazo

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    1. Leer teatro, Lorena, tiene algo cansador: no tiene la fluidez a la que nos tienen habituados las buenas novelas. Máxime -que no es el caso aquí- si viene con indicaciones para los actores. Aún si el texto de los diálogos entre personajes sí lo tenga, no deja de retrasar la lectura.
      Ojalá puedas cumplir tu propósito, y yo mantener cierta continuidad.
      Un abrazo para ti.

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  2. Marcelo, me encanta como abordas este clásico. ¿Dices que no tienes nada nuevo que aportar? Menos mal. Me alegro de que nos lo hayas contado.
    Yo estoy leyendo teatro últimamente y luego puesta en común con otros lectores. La forma de leer tiene que ser distinta, creo que también enriquecedora, más cuando se pone en común. Graaacias. Un abrazo.

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    1. Hola, Ana. Me pareció que ésta debía ser la forma en que un lector debiera transferirle a otros sus humildes apreciaciones; sobre todo tratándose de autor y obra de esta talla. Me alegra saber que te ha gustado.
      Coincido plenamente contigo; leer teatro es mucho más rico si se comparte en grupo. Entonces los elementos disparadores de reflexiones se multiplican.
      Un abrazo para ti.

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